Hace ya más de tres meses que he comenzado a leer e investigar sobre los beneficios de estar en silencio, y debo decir que es uno de los temas que más me ha gustado aprender y practicar. Y si, cuando digo que “práctico” estar en silencio me refiero a que hoy en día estar en silencio es casi imposible. El sin fin de ocupaciones diarias nos obligan a estar siempre en constante ruido que nos hace acostumbrarnos a él, hasta el punto que nos parece extraño estar en silencio absoluto.
Así que comencé una especie de “ayuno de silencio” por lapsos de una a tres horas al día, al principio no fue fácil, debo admitir que me sentía rara y necesitaba hablar con alguien, pero a lo largo de los meses y días, he aprendido que ha sido la mejor experiencia que he podido practicar, y quiero que se convierta en un hábito en mi vida diaria.
El estar en silencio me ha ayudado a tener autocontrol, a disfrutar el presente, el ahora, a relajar mi mente y reducir la ansiedad. He leído también que el ayuno de silencio ayuda a tener mayor tranquilidad, empiezas a elegir mejor tus palabras, puedes observar mejor a la gente y darte cuenta de sus emociones y generar una empatía más elevada.
Y es que no soy la única que ha encontrado en el silencio un espacio de beneficio, nada más ni nada menos que el propio Jesús lo practicaba cuando estaba en el mundo, al estar en silencio los cuarenta días y cuarenta noches que ayuno fue tanto un ayuno de comida como también de silencio. También Mahatma Gandhi hizo del silencio una práctica regular en su ejemplar vida, tal es su propia explicación, como aparece en el libro ‘autobiografía de un yogui’ donde relata: ‘hace algunos años comencé la observación de un día de silencio a la semana, con el objetivo de tener tiempo para ocuparme de mi correspondencia. Pero ahora esas 24 horas se han convertido en una vital necesidad espiritual. Un mandato periódico de silencio no es una tortura sino una bendición’.
Mi mayor preocupación al comenzar con este ayuno, fue tal vez el sentir soledad, en ves de quietud, pero encontré todo lo contrario, me aprendí a conocer, mis límites, mis preocupaciones, a ver con claridad mis problemas, y por sobre todo a escuchar la profundidad de mi interior. Y simplemente puedo decir que ya el ayuno de silencio es una práctica constante que disfruto hacer cada día y que todos deberíamos intentar. 🌺